Es agradable cuando al menos algunas cosas permanecen. En un sitio donde le cambiaron el logo a los
Miramar, las cosas no cuestan lo mismo todos los días, y ya no se consigue leche
Parmalat como la que tomábamos cuando éramos niñas, es necesario asirse de las pocas cosas que permanecen.
Con esto no quiero decir que me quiera quedar en el pasado. Evolucionar y crecer es necesario para todos, y en eso estamos de acuerdo. Probar cosas nuevas, estar con personas distintas a las de siempre, hacer nuevos amigos y aprender a reír de lo que antes nos hacía molestar, son todas cosas imprescindibles para ser íntegros seres humanos.
Sin embargo, el sentimiento de permanencia del que les hablo no tiene que ver con esto. Tiene que ver con lo que nos ofrecen los agradables señores de
Galletas Puig, las
María y también las Marilú han sabido siempre igual; y si Dios quiere, seguirán así durante los próximos 90 años. O sino, como la
Harina PAN, que siempre va a ser amarilla con la sonriente señora del pañuelo de puntos, y ¿qué me dicen del anuncio de
Nivea Creme de la autopista Fco. Fajardo?
Hoy me di cuenta de que cuento con otra cosa muy importante en mi vida, que permanece. Después de 3 años de casi nulo contacto, nos volvemos a reír como antes. Me doy cuenta de que por mucho que hemos cambiado en esos 3 años, hay cosas que son imposibles de cambiar... Ella siempre va a revisar su sonrisa después de comer a ver si no quedó alguna evidencia del pecado. Y yo siempre me voy a quitar los lentes ante la cámara, para hacer honor al otro pecado.
En un lugar mágico y nuevo, dentro de una librería tomando café esperando por el show de magia, y felices de al fin haber llegado después de una magistral perdida y unas cuantas infracciones de tránsito, la conversación es siempre interesante, siempre fluida, siempre nuestra.
Estoy segura de que la próxima vez que vaya a tu casa, nos vamos a sentar con una jarra de
Nestea y una bolsa de Platanitos (de esos que ahora llaman
NatuChips) a contemplar el Guernica y descubrir cosas nuevas, historias nuevas, mientras ya NO regañamos a Guardo porque no come. Después tu mamá me va a ofrecer ese jugo de fresa que amo y que no he conseguido uno mejor en toda mi vida, y seré demasiado feliz mientras me bajo la jarra yo solita y recordamos aquella vez que pasamos toda la noche despiertas preparándonos para el examen de lapso de Mates de 8vo de María Silvina.
La permanencia de estas cosas me hace absolutamente feliz, y es que no puedo dejar de pasar por 3era Av. de los Palos Grandes con mi mamá y pensar en todas las veces en que ella "te botó" del carro.
Por esto y por todo lo que falta, por otro día de Galpones voy.
Gracias.