lunes, 2 de agosto de 2010

Experiencias clínicas I

Confieso que este escrito está inspirado en aquél relatado por Extranjera en su blog, pero con mi propia experiencia.

Había tenido un buen día. Pasé la mañana con mi novio, desayunamos divino en casa de su tía. Arepas, perico, caraotas, queso de año. Venezuela. Venezuela...

A eso de las 3 empecé a sentirme mal mientras íbamos camino a casa y al mismo tiempo, mi mente iba preparando una ensalada thai para mi novio. Ya había decidido que no iba a comer, las náuseas eran demasiado fuertes. Así que llegamos, cociné, lo vi comer, lo llevé de regreso a su casa, y cuando volví estaba mi papá con mi hermana así que me aguanté un poquito más. No quería que se preocupara, no quería que me diese Primperam.

Y es que cuando me siento así, como si tuviese un montón de cosas podridas dentro, prefiero expulsar aquella inmundicia de mi cuerpo, dejarla ir, sacarla de mi cuerpo. Urgente.

Pero no pude hacerlo, me esperé a que él se fuera. A eso de las 6, no aguanté más, me fui en una de las sensaciones corporales más desagradables en el mundo. Las contracciones de mi estómago para botar lo que me empeñé en guardar por tanto tiempo eran tan violentas que no me podía sentar, y mis brazos se convirtieron en mi apoyo. A todas estas no quería ayuda, sentía una verguenza tremenda porque pensé que aquello era secuela de una rasca terrible que pasé con mis amigas en Higuerote.

Después lo pensé mejor. Mi cuerpo puede metabolizar el alcohol en más de dos días. Eso no era. Así que al final me dejé ayudar. Mi mamá se fue a la farmacia, y yo seguí vomitando mientras mi hermana intentaba ver una película.

Y de repente algo que no me esperaba ocurrió. El dolor era inaguantable. Intenté no gritar, porque Cori estaba cansada, y se había puesto la pijama y todo. Pero no pude, era superior a mi. Sentía como si me estuviesen torciendo el estómago de una manera absurda y feroz. Grité.

Mucho.

La recuerdo a ella vistiéndose y haciendo un bulto de emergencia, llamando a mamá, a papá y al mismo tiempo estaba allí apoyándome y abarazándome y diciéndome que ya me iban a llevar a la clínica y que todo iría bien. Me vistió a mi también. Y nos fuimos.

Volví a vomitar en el carro. Mi hermana tan precavida se llevó un potecito.

Cuando llegué a la clínica. Aún torciéndome del dolor, logré decirle "buenas noches" al que se tropezara conmigo hasta que llegué al cubículo 1, donde volví a gritar y creo que volví a vomitar.

Sólo recuerdo las paredes verdes de ese que da asco y un frío intenso. Recuerdo la cortina del mismo verde, y la enfermera pinchándome la mano mientras yo me torcía sobre la camilla y aullaba otra vez...

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