domingo, 21 de junio de 2009
Huellas...
Mamá decía que cuando uno se paraba a la orilla de la playa y dejaba que los pies se enterraran en la arena, esas huellas irían a parar a los corazones de nuestros seres queridos una vez que ellos pisaran la costa.
Y desde que soy niña lo hago, y mis huellas suelen ir a México. Donde está toda mi familia, toda esa familia que no conozco, y que igual quiero con el alma.
Y ayer, ayer no se fueron a México. Se fueron a Nicaragua. Y esperan, a que unos ojos verdes vuelvan a ver la línea perfecta que dibuja el océano en el horizonte. Esas huellas que esperan en esa playa donde hubo una vez un barco con un tesoro, y que esperan también a que sean devueltas al Caribe venezolano.
Y desde que soy niña lo hago, y mis huellas suelen ir a México. Donde está toda mi familia, toda esa familia que no conozco, y que igual quiero con el alma.
Y ayer, ayer no se fueron a México. Se fueron a Nicaragua. Y esperan, a que unos ojos verdes vuelvan a ver la línea perfecta que dibuja el océano en el horizonte. Esas huellas que esperan en esa playa donde hubo una vez un barco con un tesoro, y que esperan también a que sean devueltas al Caribe venezolano.
lunes, 15 de junio de 2009
Miércoles inusualmente genial...
Fue un miércoles. Un miércoles de enseñanzas y moralejas. Fui a sacarme la sangre, tenía hambre, esperaba... Al fin. Dos tubitos después y para dentro de 5 días hábiles, fui con mi papá a comer el anhelado pastelito de pollo, café y juguito. La mañana había transcurrido normalmente. Me despedí de él, me metí en el Metro de Caracas rumbo Bellas Artes.
Una vez allí, caminé; con el paso apretadito de siempre, pensando en quien esperaba por mí en el 16-L, y sonó el celular, lo busqué, y el mundo se me cambió de altura y yo no entendía nada. Con el teléfono en la mano y seis hombres alrededor mío... Había metido la pierna en una sucia alcantarilla... Hasta la rodilla, mi otra pierna delante de mi y yo veía el agua negra, muy negra.
Los venezolanos, el caraqueño... Sin ellos aún estaría allí, con mi pie y mi glamour atorados en la inmundicia. Entonces, agarré fuerte fuerte mi bolso -"porsia me roban"- pensé, y les dije que se esperaran, mi pie estaba muy atorado y no quería hacerme daño. Me ayudaron: un señor con mucha delicadeza, se ensució las manos y me sacó de allí. Logré ponerme de pie, me preguntaron si estaba bien, si necesitaba más ayuda, les di las gracias con toda mi alma, y me fui. Asustada.
Llegué con el pantalón sucio, y las manos, y la franela. Él se reía de mí... Me lavé las piernas. No tenía ni un rasguño, no había riesgo de infecciones mortales. Así que me puse mi pantalón sequito, él se seguía riendo, ya conmigo, por haber metido el pie en una alcantarilla de esas de las largas que es imposible no ver, todo por andar buscando el celular. Y pasamos una tarde genial...
De regreso a casa, la rutina de siempre. El Metro, los taxis... Legué a casa, y antes de no verlo, le dije a mi mamá -"dejé el celular en el Taxi"... Ese celular responsable de un morado en mi rodilla derecha, pero que quiero tanto porque está rotico y tenía la fundita que me robé en Holanda. Pero yo tenía fe, porque esos señores, esos señores son honestos y ya ese día me había conseguido con gente buena. Así que confié, y lo dejé para el día siguiente.
Le pregunté a otro conductor, Wilmer, que siempre ha sido educado, y amable, que suele sonreír incluso en la peor de las colas... Y me ayudó, lo recupéró por mi. Y seré la que llegará a Digitel a activar una línea en el mismo equipo. En el equipo que recuperé porque Diosito todavía tiene gente buena y generosa. Wilmer no me pidió ni un centavo, de hecho me trajo a casa y no me dejó pagarle.
Tengo mi celular, mi funda hurtada y mi morado en la rodilla derecha, y el recuerdo de un miércoles inusual, pero genial...
Una vez allí, caminé; con el paso apretadito de siempre, pensando en quien esperaba por mí en el 16-L, y sonó el celular, lo busqué, y el mundo se me cambió de altura y yo no entendía nada. Con el teléfono en la mano y seis hombres alrededor mío... Había metido la pierna en una sucia alcantarilla... Hasta la rodilla, mi otra pierna delante de mi y yo veía el agua negra, muy negra.
Los venezolanos, el caraqueño... Sin ellos aún estaría allí, con mi pie y mi glamour atorados en la inmundicia. Entonces, agarré fuerte fuerte mi bolso -"porsia me roban"- pensé, y les dije que se esperaran, mi pie estaba muy atorado y no quería hacerme daño. Me ayudaron: un señor con mucha delicadeza, se ensució las manos y me sacó de allí. Logré ponerme de pie, me preguntaron si estaba bien, si necesitaba más ayuda, les di las gracias con toda mi alma, y me fui. Asustada.
Llegué con el pantalón sucio, y las manos, y la franela. Él se reía de mí... Me lavé las piernas. No tenía ni un rasguño, no había riesgo de infecciones mortales. Así que me puse mi pantalón sequito, él se seguía riendo, ya conmigo, por haber metido el pie en una alcantarilla de esas de las largas que es imposible no ver, todo por andar buscando el celular. Y pasamos una tarde genial...
De regreso a casa, la rutina de siempre. El Metro, los taxis... Legué a casa, y antes de no verlo, le dije a mi mamá -"dejé el celular en el Taxi"... Ese celular responsable de un morado en mi rodilla derecha, pero que quiero tanto porque está rotico y tenía la fundita que me robé en Holanda. Pero yo tenía fe, porque esos señores, esos señores son honestos y ya ese día me había conseguido con gente buena. Así que confié, y lo dejé para el día siguiente.
Le pregunté a otro conductor, Wilmer, que siempre ha sido educado, y amable, que suele sonreír incluso en la peor de las colas... Y me ayudó, lo recupéró por mi. Y seré la que llegará a Digitel a activar una línea en el mismo equipo. En el equipo que recuperé porque Diosito todavía tiene gente buena y generosa. Wilmer no me pidió ni un centavo, de hecho me trajo a casa y no me dejó pagarle.
Tengo mi celular, mi funda hurtada y mi morado en la rodilla derecha, y el recuerdo de un miércoles inusual, pero genial...
Eso fue el miércoles 10 de junio de 2009.
lunes, 8 de junio de 2009
Porque te quiero como el mar...
Mis líneas favoritas de Melendi:
Olvídate de todo lo que fui, y quiéreme por lo que pueda llegar a ser en tu vida.
Me asaltan dudas de si te quiero,
¿cómo quieres que no te quiera, si te quiero sin querer?
Porque te quiero como el mar.
Pues mientras más libre esté, más me querrás tú y más yo te querré.
Desnúdame, llega conmigo a ser la perdición que todo hombre quisiera poseer.
Y no lo entiendo, fue tan efímero el caminar de tu dedo en mi espalda dibujando un corazón.
Tan grande paraíso, y yo he escondido tu manzana.
Que por qué no sé cómo hacerte un reino sólo de papel,
yo que por ti le robé un enanito a Blanca Nieves,
donde soñar es tan caro como barata la luz del día.
No intentes cambiarme, yo intentaré cambiar,
porque cuando tu estás lejos no me late el corazón.
Con solo una sonrisa, mi cabeza volvió loca...
Y tocarte una teta sin que me veas,
quisiera ser para ti un vicio inconfesable.
Andadas que no cambiaría por nada,
donde las ostias nos sepan a caricias.
No me quites más del poco de libertad que me deja el quererte.
Kisiera yo saber de los antojos de tu dormitorio,
a las andadas volveré.
(¿?)
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