Éramos las de siempre. Después de haber pasado una semana estudiando como unas verdaderas nerdas. Éramos Japón.
El lugar, la Universidad Simón Bolívar. La ocasión, USBMUN.
Llovía, a cántaros. Y esperábamos por mi madre que venía por nosotros.
Ya nos habíamos mojado tratando de llegar de un lugar a otro en la tan mal diseñada Universidad, y yo me harté de quedarme parada y tiesa pegada a un murito para no medio mojarme y decidí mojarme por completo...
Me quité los tacones, la cartera, las carpetas y lo dejé todo en el murito... Y agarré la mano de Cochi e hice que se mojara también. Bailamos Juan Luis Guerra bajo la lluvia. Y luego, cual efecto dominó todas hicieron lo mismo... Libby, Grace, Valerita, Andrea creo que Isa... Fue hace tanto que ya ni recuerdo a todos los que estábamos allí.
Dejamos los tacones y bailamos entre todas (y con Cochi) y cantábamos, porque claro, la música estaba en nuestra mente y en lo poco que podíamos reproducir bajo el sonido de la lluvia y la mirada de los incrédulos y envejecidos adolescentes.
Bailábamos bajo la lluvia y no había mejor momento que ese. La grama hecha lodo entre nuestros dedos, la lluvia congelada, la falda blanca ajustada a mis piernas, el sweater negro empapado y el cabello goteando.
En ese momento me sentí poderosa, feliz, sexy, espectacular, amiga, confidente, hermosa.
Ha sido de los momentos más felices y más geniales de mi existencia.
Gracias Grace. Te quiero. Por recordarme siempre la existencia de las pequeñas cosas que tu misma no logras ver a menos de que la lluvia te pegue en la cara. Como a mi.
Y es que en ese momento fuimos felices sin mengua. Era un estado de euforia increíble, fuera de este mundo, como la lluvia margariteña de Grace.
Y voto por que no sólo la lluvia ni el orden del cuarto nos haga sentir así. Sino el sol y la esporádica nube. El clima y los jeanes. El cabello suelto y las cholas en los pies.
El lugar, la Universidad Simón Bolívar. La ocasión, USBMUN.
Llovía, a cántaros. Y esperábamos por mi madre que venía por nosotros.
Ya nos habíamos mojado tratando de llegar de un lugar a otro en la tan mal diseñada Universidad, y yo me harté de quedarme parada y tiesa pegada a un murito para no medio mojarme y decidí mojarme por completo...
Me quité los tacones, la cartera, las carpetas y lo dejé todo en el murito... Y agarré la mano de Cochi e hice que se mojara también. Bailamos Juan Luis Guerra bajo la lluvia. Y luego, cual efecto dominó todas hicieron lo mismo... Libby, Grace, Valerita, Andrea creo que Isa... Fue hace tanto que ya ni recuerdo a todos los que estábamos allí.
Dejamos los tacones y bailamos entre todas (y con Cochi) y cantábamos, porque claro, la música estaba en nuestra mente y en lo poco que podíamos reproducir bajo el sonido de la lluvia y la mirada de los incrédulos y envejecidos adolescentes.
Bailábamos bajo la lluvia y no había mejor momento que ese. La grama hecha lodo entre nuestros dedos, la lluvia congelada, la falda blanca ajustada a mis piernas, el sweater negro empapado y el cabello goteando.
En ese momento me sentí poderosa, feliz, sexy, espectacular, amiga, confidente, hermosa.
Ha sido de los momentos más felices y más geniales de mi existencia.
Gracias Grace. Te quiero. Por recordarme siempre la existencia de las pequeñas cosas que tu misma no logras ver a menos de que la lluvia te pegue en la cara. Como a mi.
Y es que en ese momento fuimos felices sin mengua. Era un estado de euforia increíble, fuera de este mundo, como la lluvia margariteña de Grace.
Y voto por que no sólo la lluvia ni el orden del cuarto nos haga sentir así. Sino el sol y la esporádica nube. El clima y los jeanes. El cabello suelto y las cholas en los pies.
Ese dia fue geniaaaal!! Espero tengamos dias geniales como ese sin necesidad de esperar a la lluvia.
ResponderEliminarPropósito de año nuevo!
Te quiero fab
Se les olvidó la parte del tropel entrando en el Mac de La Trinidad, desesperadas por un baño, todas metidas en mi carrito, empapadas y risueñas. A pesar de la premura por el sanitario, me divertí mucho con tanta juventud gritona, mojada y sonriente. Y no hace falta el año nuevo. Igual, siempre estamos estrenando: un mes, una semana, un día, una hora, un minuto. ¡Las quiero, chiquitas!
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